sábado, 1 de noviembre de 2014

EUROPA CIERRA LAS PUERTAS A AFRICA

En estos últimos días, todos los medios de comunicación están ocupados en comentar el problema de la corrupción. Quizá por esta causa,  las noticias de los reiterados asaltos a las fronteras de Ceuta y Melilla y a las devoluciones en caliente, han pasado a un segundo plano. Pero, la realidad es que ese drama humanitario de la inmigración sigue ahí y que la presión subsahariana continúa y continuará.

Ante este drama humanitario, cabría preguntarse si esos inmigrantes que sistemáticamente pretenden asaltar las fronteras, son “invasores” o si por el contrario son “víctimas”. En 2008 Europa aprobó la llamada “Directiva de la vergüenza” que restringe los derechos de los inmigrantes, sin tener en cuenta las causas que provocan este fenómeno. Posteriormente España transpuso esta Directiva a nuestra Ley de Extranjería. Ahora, en estos últimos días, nuestro Presidente Sr. Rajoy, como consecuencia de la fuerte presión que sufren las fronteras de Ceuta y Melilla,  manifestó que iba a modificar nuestra ley para agilizar y permitir las devoluciones en caliente. España y Europa, sencillamente, en vez de buscar la integración social y controlada de los inmigrantes, utilizan la represión y vulneran la dignidad de las personas.

Resulta totalmente hipócrita la tenacidad con la que los gobiernos europeos y particularmente España, tratan de evitar la llegada de inmigrantes africanos, sin consideración alguna a que estas personas son un residuo patético de las correrías coloniales de los civilizados estados europeos. Es más, ahora, acosados por la grave crisis económica que sufrimos, los europeos queremos fabricar un castillo de murallas cada vez más altas para blindarnos, vivir lo mejor posible y olvidarnos de aquellos a los que después de tantos años saqueando África, despojándolos de sus riquezas, de su cultura, de sus recursos, e infectándolos de fiebre consumista, ahora se mueren de hambre, de miseria, de guerras fratricidas y de desesperación.

Nos hemos olvidado pronto de que, en mucha medida, los europeos ahora vivimos bien y disfrutamos de altos estándares de vida, gracias tanto a lo que nos hemos llevado de África, como al duro trabajo que ahora realizan para nosotros estos ciudadanos inmigrantes. Por el contrario estos pobres africanos se quedan padeciendo su miseria sin que nadie se acuerde de ellos. ¿Resulta tolerable que, quien durante dos siglos esquilmó recursos naturales y riquezas, e incluso mató y violó, venga ahora a dar lecciones sobre derechos humanos y moral europea? ¿Se acuerda alguien de las masacres que los ingleses realizaron en Kenia o Rodesia? ¿nos acordamos de lo que han hecho los franceses en Dakar y Costa de Marfil? ¿Y qué decir de las atrocidades promovidas por los belgas en el Congo o por los alemanes en Namibia? ¿y de las cacerías portuguesas en Angola y Mozambique? Y nosotros españoles ¿qué hemos hecho en Guinea, Fernando Poco o Sahara? ¿No fue la codicia por los diamantes la que regó de sangre Sierra Leona?


Hace aún poco tiempo, todos estamos preocupados por los ciudadanos muertos en la Franja de Gaza o en Crimea. Todos los medios de comunicación se hacían eco de esas noticias. En cambio ¿hay leído ustedes alguna noticia de las muertes que en este momento se están produciendo en África? Pues señores, diariamente están muriendo más de mil personas y en estos últimos años han muerto cinco millones de personas víctimas de guerras fratricidas y de hambre. Y además de todo esto sumamos los muertos por Abola. Pero claro, esto es poco importante para nosotros. Nos pilla muy de lejos.



Hoy, con la crisis económica que tenemos, con el paro o con los problemas de la corrupción política, todo esto nos importa aun menos. Lo que verdaderamente nos importa, es repeler con más eficacia esas pateras llenas de desesperados, para detenerlos, encerrarlos durante un tiempo y deportarlos. Y de paso, promocionamos el turismo y evitamos que estas pobres personas afeen nuestras glamurosas playas o para evitar que esas personas colgadas en las vallas de Ceuta y Melilla, afeen el paisaje de los campos de golf colindantes. Si verdaderamente los europeos y por ende los españoles, fuéremos consecuentes con nuestras propias políticas de derechos humanos, con nuestros principios de solidaridad y de buena ciudadanía, tendríamos que acoger con los brazos abiertos a estos pobres africanos que llegan a nosotros, pedirles perdón y ayudarlos compartiendo con ellos algo de lo que a nosotros nos sobra. Porque, no lo olvidemos, llegan a nosotros y nos piden migajas. Nos piden vender cuatro baratijas en la calle, nos piden hacer aquellos duros trabajos que el ciudadano europeo no quiere hacer, nos piden..... un poco de dignidad que parece ya no nos queda.

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