sábado, 20 de septiembre de 2014

LA TIENDA DEL BARRIO

Ayer, moviéndome por Facebook, me encontré con uno de los muchos mensajes que circulan por la red social y que decía “Para qué compras en las grandes superficies y das beneficios a empresas multinacionales, de las que no sabes quienes son sus dueños, ni dónde están. Compra en las tiendas de tu barrio y así ayudarás a los autónomos que tienes al lado de tu casa.” ¡Caramba! reflexionando sobre esto, sin hacer ninguna valoración de a quien iban los beneficios de mis compras, me di cuenta de que en mi casa, se seguía al pie de la letra esta recomendación, ya que para las compras domésticas, recurrimos de modo habitual a las tiendas de al lado, donde conseguimos casi todo lo que necesitamos para nuestra intendencia diaria. Resulta cómodo, tienes un servicio personalizado, te tratan realmente bien y hasta son tus amigos. 

Para las compras habituales de carne, charcutería, vino, productos de limpieza o higiene, te bajas a Riodi donde te atienden con gran esmero, pulcritud y servicio. Dado que ya conocen tus gustos y preferencias, hasta te aconsejan sobre determinados productos que les acaban de llegar y que te pueden interesar. Además, aunque sean pocos los productos que te llevas, te facilitan la labor subiéndote a casa las bolsas de la compra. Si lo que necesitas es pescado, pues nada, te vas un poco más allá a ver a María la joyera (digo joyera porque en vez de pescado, lo que vende son joyas pisciformes) y le compras esa merluza que te encargó tu mujer, bueno, o terminas desobedeciendo a tu mujer y sales de allí con ese pez que te miró mal en el expositor y viendo la mirada cómplice de María le dijiste, pónmelo. Además, para que no esperes, le dejas el encargo, te va limpiando o cortando el pez, te vas a hacer tus cosas y a la vuelta a casa, ya recoges la bolsa y te la llevas.

Y para  todo lo demás te vas al Trampolín. Quiero comentar especialmente y quizá con mucho énfasis, lo que pasa en esta tiendina que yo suelo llamar “la casa de socorro”, porque probablemente, aunque sus dueños ni tan siquiera sean conscientes de ello, están practicando un márketing comercial digno de ser estudiado en las escuelas de negocios. El Trampolín era una tiendina pequeñita, situada al lado de un cine, que vendía chuches. De pronto el cine cerró y esto obligó a que los dueños de modo urgente a dar un giro radical a su negocio y llegaron a lo que hoy es.

Sus dueños Chelo y Jovino, son unas personas buenas donde las haya, muy trabajadoras y muy singulares. Frecuentemente, cuando están atendiendo a los clientes, riñen entre ellos y consiguen que nosotros los clientes entremos en el conflicto y mediemos en favor de Chelo si la cliente es una mujer, o a favor de Jovino si el cliente es un hombre. (se hacen notar. Gran regla del márketing). Cuando paso por delante paseando a mi perra, hago un gesto y digo: “Una especial de la casa” y cuando vuelvo del paseo entro y ya tengo una chapata preparada con el grado de cocción que a mí me gusta. Si quiero un periódico o una revista, allí la tengo. Si las tiendas ya están cerradas y necesito una botella de leche, de aceite o unos ajos, allí los tengo. Si quiero unos huevos de aldea, allí me los consiguen. Si quiero unas patatas de buena calidad, ellos me las proporcionan. Si quiero fruta, allí tengo la mejor. Una empanada para ir de excursión, un croissant para desayunar, allí hay. Desde las 8 de la mañana hasta casi las 11 de la noche, allí están al pie del cañón.

Y si faltara poco, aplican, probablemente también sin saberlo, una de las máximas del marketing que es “la fidelización del cliente”. Adoran las mascotas y todos los perros del barrio pasan por allí en busca del trozo de empanada o de cualquier otra cosa que Chelo y Jovino les dan. Si pasas con un niño, sale de allí con una chuche. Y ojo que un niño o un perro van a tener preferencia frente a cualquier cliente (el cliente que espere que pa eso ye de la casa). ¿qué más se puede pedir?


En resumen, aunque los productos puedan ser algo más caros, porque en esas tiendas de barrio no te vas a encontrar con las ofertas de las grandes superficies, al menos a mí me interesa pagar ese sobreprecio, por la comodidad y la calidad del servicio que recibo en ellas. Y además, de paso, contribuyo a que esas personas autónomas que trabajan mucho y muy duro, puedan ganarse la vida, porque además, en definitiva estos negocios son las que contribuyen a sustentar nuestra economía. 

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