Como consecuencia de la
seria desafección política que hay entre los ciudadanos, hartos de tanta
corrupción, privilegios de los políticos, despilfarros, promesas electorales
incumplidas y alejamiento del votante, se ha creado un caldo de cultivo que ha
provocado la irrupción con mucha fuerza, del partido populista “Podemos”. Este partido no llega por casualidad, llega
por la crisis de nuestro actual sistema político. Ante este nuevo escenario que se avecina, el
debate de izquierdas o derechas va perdiendo peso y debería de dar paso a otro
debate: Populismo o democracia (inspirada ya, desde muy antiguo en los griegos
Sócrates y Aristóteles).
Es incuestionable que hoy,
cualquier ciudadano está viendo los serios defectos de nuestro estado
democrático. Mientras que en nuestra democracia, aunque imperfecta, aparecen
corrientes políticas que tratan de atacar y combatir los problemas que tenemos,
rescatando las instituciones, curando sus enfermedades y haciéndolas
respetables, el populismo tratará de desmantelarlas, perseguirá introducir
cambios constitucionales profundos y legislará para adecuar esas instituciones
a los deseos de los líderes populistas y no de los ciudadanos. Tenemos pruebas
más que suficientes en algunos estados sudamericanos y en los antiguos sistemas
comunistas.
Conforme a nuestra
Constitución, tenemos unos derechos
fundamentales inalienables, cuales son el derecho a la vida, que impide que
podamos ser sometidos a penas o tratos inhumanos o degradantes, el derecho a la
libertad que nos permite expresarnos y actuar por iniciativa propia respetando
la ley y el derecho ajeno, o el derecho a la propiedad privada que impide que
nadie nos pueda privar de nuestros bienes y derechos. Estos tres derechos
fundamentales que nuestra Constitución recoge, conviven plenamente entre
nosotros, sin que con ellos impidamos o prohibamos el derecho de los demás.
Tenemos también otros derechos cuales son la salud, la educación, la
alimentación o vestido y algunos otros derechos más que los ciudadanos exigimos
en un estado del bienestar. El problema de estos derechos en su conjunto es
que, para alcanzarlos, quizá se requiera la renuncia previa de otros que tienen
más, para alcanzarlos. Y, es precisamente aquí, en estos derechos, donde los
regímenes populistas o totalitarios intervienen.
Independientemente de que en
democracia podamos tener ideologías liberales o socialdemócratas, cuando se
trata de dar derechos a los ciudadanos, inmediatamente tendremos que
preguntarnos de dónde los vamos a sacar y con qué recursos los vamos a pagar y
además de eso tendremos que establecer la normas legales correspondientes,
porque, si esto no quedara regulado, los ciudadanos, inmediatamente van a
encontrar la respuesta en los líderes populistas.
Ahora, en España, el
populismo está surgiendo porque sus líderes están jugando con el desaliento y
el cabreo de los ciudadanos y para ello están prometiendo lo que no pueden
cumplir porque técnica y económicamente, es imposible. Se están aprovechando
del desasosiego de los españoles para, dejando a un lado toda razón y lógica en
la toma de decisiones políticas, influyen para imponer bajo el paraguas de una
utopía, una clara dictadura. No hay que
ser muy listo para adivinarlo. Ya de muy antiguo, los griegos definieron tres
tipos de gobierno: Las monarquías que degeneraban en dictadura. Otro tipo eran
los grupos de castas aristocráticas que degeneraban en oligarquía. El tercer
tipo era la democracia donde todos gobernaban y que degeneraba en demagogia.
Estos antiguos griegos vieron que la república era la respuesta porque podía
aglutinar estos tres sistemas: Un monarca en forma de presidente, una
aristocracia o casta en forma de parlamento y una democracia como el vínculo y
la vía de comunicación. Esos griegos
eliminaron esos vicios agrupando los tres tipos y a partir de ahí
crearon estas instituciones democráticas que llegaron a nuestros días. Son precisamente esas instituciones las que
el populismo está dispuesto a destruir.
Actualmente, en nuestras
Cámaras de Representantes, Parlamento y Senado, ya no se intercambian ideas
aplicando lógica y razonamientos, ya no se argumenta fundadamente. Se limitan a
atacarse unos a otros con el tú eres malo, y tu más. El ciudadano percibe esto
todos los días en los medios de comunicación y entonces aparecen los populistas
que aprovechándose de esas debilidades, anulan toda la razón y toda la lógica,
levantan pasiones y eliminan los argumentos. ¿Qué hay que hacer entonces? Los
políticos demócratas que se van generando en los nuevos partidos minoritarios,
tienen que volver a levantar la pasión por el intercambio de ideas y de
conocimientos, y tienen que poner en primer lugar a los ciudadanos, porque otra de las cosas que pretende el
populismo es anular la dignidad de las personas, hacer creer que las personas
no son dignas de gestionar su propia vida y sus propias ideas y que por tanto
necesitan de un líder que los maneje.
El populismo desea tanto a
los pobres que en vez de eliminar la pobreza, los multiplica, sencillamente
porque al multiplicar la miseria, recibe más votos ofreciéndoles limosnas. De
otra parte, si se elimina la constitucionalidad como pretenden los populistas,
crecerá aún más la corrupción de otro signo. El mensaje populista es: tú estás
mal porque otro está bien, pero oculta que cuando una persona consigue riqueza
no impidiendo a otro que la consiga, los estados y las economías mundiales
avanzan. Y para conseguir que todos avancemos con más riqueza se necesitan
instituciones democráticas, se necesita seguridad jurídica y se necesita un
sólido estado de derecho. Y esto a los populistas no les gusta nada porque
entonces su discurso queda vacío.
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