jueves, 20 de noviembre de 2014

POPULISMO O DEMOCRACIA

Como consecuencia de la seria desafección política que hay entre los ciudadanos, hartos de tanta corrupción, privilegios de los políticos, despilfarros, promesas electorales incumplidas y alejamiento del votante, se ha creado un caldo de cultivo que ha provocado la irrupción con mucha fuerza, del partido populista “Podemos”.  Este partido no llega por casualidad, llega por la crisis de nuestro actual sistema político.  Ante este nuevo escenario que se avecina, el debate de izquierdas o derechas va perdiendo peso y debería de dar paso a otro debate: Populismo o democracia (inspirada ya, desde muy antiguo en los griegos Sócrates y Aristóteles).

Es incuestionable que hoy, cualquier ciudadano está viendo los serios defectos de nuestro estado democrático. Mientras que en nuestra democracia, aunque imperfecta, aparecen corrientes políticas que tratan de atacar y combatir los problemas que tenemos, rescatando las instituciones, curando sus enfermedades y haciéndolas respetables, el populismo tratará de desmantelarlas, perseguirá introducir cambios constitucionales profundos y legislará para adecuar esas instituciones a los deseos de los líderes populistas y no de los ciudadanos. Tenemos pruebas más que suficientes en algunos estados sudamericanos y en los antiguos sistemas comunistas.

Conforme a nuestra Constitución,  tenemos unos derechos fundamentales inalienables, cuales son el derecho a la vida, que impide que podamos ser sometidos a penas o tratos inhumanos o degradantes, el derecho a la libertad que nos permite expresarnos y actuar por iniciativa propia respetando la ley y el derecho ajeno, o el derecho a la propiedad privada que impide que nadie nos pueda privar de nuestros bienes y derechos. Estos tres derechos fundamentales que nuestra Constitución recoge, conviven plenamente entre nosotros, sin que con ellos impidamos o prohibamos el derecho de los demás. Tenemos también otros derechos cuales son la salud, la educación, la alimentación o vestido y algunos otros derechos más que los ciudadanos exigimos en un estado del bienestar. El problema de estos derechos en su conjunto es que, para alcanzarlos, quizá se requiera la renuncia previa de otros que tienen más, para alcanzarlos. Y, es precisamente aquí, en estos derechos, donde los regímenes populistas o totalitarios intervienen.

Independientemente de que en democracia podamos tener ideologías liberales o socialdemócratas, cuando se trata de dar derechos a los ciudadanos, inmediatamente tendremos que preguntarnos de dónde los vamos a sacar y con qué recursos los vamos a pagar y además de eso tendremos que establecer la normas legales correspondientes, porque, si esto no quedara regulado, los ciudadanos, inmediatamente van a encontrar la respuesta en los líderes populistas.

Ahora, en España, el populismo está surgiendo porque sus líderes están jugando con el desaliento y el cabreo de los ciudadanos y para ello están prometiendo lo que no pueden cumplir porque técnica y económicamente, es imposible. Se están aprovechando del desasosiego de los españoles para, dejando a un lado toda razón y lógica en la toma de decisiones políticas, influyen para imponer bajo el paraguas de una utopía, una clara dictadura.  No hay que ser muy listo para adivinarlo. Ya de muy antiguo, los griegos definieron tres tipos de gobierno: Las monarquías que degeneraban en dictadura. Otro tipo eran los grupos de castas aristocráticas que degeneraban en oligarquía. El tercer tipo era la democracia donde todos gobernaban y que degeneraba en demagogia. Estos antiguos griegos vieron que la república era la respuesta porque podía aglutinar estos tres sistemas: Un monarca en forma de presidente, una aristocracia o casta en forma de parlamento y una democracia como el vínculo y la vía de comunicación. Esos griegos  eliminaron esos vicios agrupando los tres tipos y a partir de ahí crearon estas instituciones democráticas que llegaron a nuestros días.  Son precisamente esas instituciones las que el populismo está dispuesto a destruir.

Actualmente, en nuestras Cámaras de Representantes, Parlamento y Senado, ya no se intercambian ideas aplicando lógica y razonamientos, ya no se argumenta fundadamente. Se limitan a atacarse unos a otros con el tú eres malo, y tu más. El ciudadano percibe esto todos los días en los medios de comunicación y entonces aparecen los populistas que aprovechándose de esas debilidades, anulan toda la razón y toda la lógica, levantan pasiones y eliminan los argumentos. ¿Qué hay que hacer entonces? Los políticos demócratas que se van generando en los nuevos partidos minoritarios, tienen que volver a levantar la pasión por el intercambio de ideas y de conocimientos, y tienen que poner en primer lugar a los ciudadanos,  porque otra de las cosas que pretende el populismo es anular la dignidad de las personas, hacer creer que las personas no son dignas de gestionar su propia vida y sus propias ideas y que por tanto necesitan de un líder que los maneje.


El populismo desea tanto a los pobres que en vez de eliminar la pobreza, los multiplica, sencillamente porque al multiplicar la miseria, recibe más votos ofreciéndoles limosnas. De otra parte, si se elimina la constitucionalidad como pretenden los populistas, crecerá aún más la corrupción de otro signo. El mensaje populista es: tú estás mal porque otro está bien, pero oculta que cuando una persona consigue riqueza no impidiendo a otro que la consiga, los estados y las economías mundiales avanzan. Y para conseguir que todos avancemos con más riqueza se necesitan instituciones democráticas, se necesita seguridad jurídica y se necesita un sólido estado de derecho. Y esto a los populistas no les gusta nada porque entonces su discurso queda vacío. 

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