En estos últimos días, todos los medios de
comunicación están ocupados en comentar el problema de la corrupción. Quizá por
esta causa, las noticias de los
reiterados asaltos a las fronteras de Ceuta y Melilla y a las devoluciones en
caliente, han pasado a un segundo plano. Pero, la realidad es que ese drama
humanitario de la inmigración sigue ahí y que la presión subsahariana continúa
y continuará.
Ante este drama humanitario, cabría
preguntarse si esos inmigrantes que sistemáticamente pretenden asaltar las
fronteras, son “invasores” o si por el contrario son “víctimas”. En 2008 Europa
aprobó la llamada “Directiva de la vergüenza” que restringe los derechos de los
inmigrantes, sin tener en cuenta las causas que provocan este fenómeno.
Posteriormente España transpuso esta Directiva a nuestra Ley de Extranjería.
Ahora, en estos últimos días, nuestro Presidente Sr. Rajoy, como consecuencia
de la fuerte presión que sufren las fronteras de Ceuta y Melilla, manifestó que iba a modificar nuestra ley
para agilizar y permitir las devoluciones en caliente. España y Europa,
sencillamente, en vez de buscar la integración social y controlada de los
inmigrantes, utilizan la represión y vulneran la dignidad de las personas.
Resulta totalmente hipócrita la tenacidad
con la que los gobiernos europeos y particularmente España, tratan de evitar la
llegada de inmigrantes africanos, sin consideración alguna a que estas personas
son un residuo patético de las correrías coloniales de los civilizados estados
europeos. Es más, ahora, acosados por la grave crisis económica que sufrimos,
los europeos queremos fabricar un castillo de murallas cada vez más altas para
blindarnos, vivir lo mejor posible y olvidarnos de aquellos a los que después
de tantos años saqueando África, despojándolos de sus riquezas, de su cultura,
de sus recursos, e infectándolos de fiebre consumista, ahora se mueren de
hambre, de miseria, de guerras fratricidas y de desesperación.
Nos hemos olvidado pronto de que, en mucha
medida, los europeos ahora vivimos bien y disfrutamos de altos estándares de
vida, gracias tanto a lo que nos hemos llevado de África, como al duro trabajo
que ahora realizan para nosotros estos ciudadanos inmigrantes. Por el contrario
estos pobres africanos se quedan padeciendo su miseria sin que nadie se acuerde
de ellos. ¿Resulta tolerable que, quien durante dos siglos esquilmó recursos
naturales y riquezas, e incluso mató y violó, venga ahora a dar lecciones sobre
derechos humanos y moral europea? ¿Se acuerda alguien de las masacres que los
ingleses realizaron en Kenia o Rodesia? ¿nos acordamos de lo que han hecho los
franceses en Dakar y Costa de Marfil? ¿Y qué decir de las atrocidades
promovidas por los belgas en el Congo o por los alemanes en Namibia? ¿y de las
cacerías portuguesas en Angola y Mozambique? Y nosotros españoles ¿qué hemos
hecho en Guinea, Fernando Poco o Sahara? ¿No fue la codicia por los diamantes
la que regó de sangre Sierra Leona?
Hace aún poco tiempo, todos estamos
preocupados por los ciudadanos muertos en la Franja de Gaza o en Crimea. Todos
los medios de comunicación se hacían eco de esas noticias. En cambio ¿hay leído
ustedes alguna noticia de las muertes que en este momento se están produciendo
en África? Pues señores, diariamente están muriendo más de mil personas y en
estos últimos años han muerto cinco millones de personas víctimas de guerras
fratricidas y de hambre. Y además de todo esto sumamos los muertos por Abola.
Pero claro, esto es poco importante para nosotros. Nos pilla muy de lejos.
Hoy, con la crisis económica que tenemos,
con el paro o con los problemas de la corrupción política, todo esto nos
importa aun menos. Lo que verdaderamente nos importa, es repeler con más
eficacia esas pateras llenas de desesperados, para detenerlos, encerrarlos
durante un tiempo y deportarlos. Y de paso, promocionamos el turismo y evitamos
que estas pobres personas afeen nuestras glamurosas playas o para evitar que
esas personas colgadas en las vallas de Ceuta y Melilla, afeen el paisaje de
los campos de golf colindantes. Si verdaderamente los europeos y por ende los
españoles, fuéremos consecuentes con nuestras propias políticas de derechos
humanos, con nuestros principios de solidaridad y de buena ciudadanía,
tendríamos que acoger con los brazos abiertos a estos pobres africanos que
llegan a nosotros, pedirles perdón y ayudarlos compartiendo con ellos algo de
lo que a nosotros nos sobra. Porque, no lo olvidemos, llegan a nosotros y nos
piden migajas. Nos piden vender cuatro baratijas en la calle, nos piden hacer
aquellos duros trabajos que el ciudadano europeo no quiere hacer, nos
piden..... un poco de dignidad que parece ya no nos queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario