Con cierta frecuencia he venido escribiendo sobre los problemas de privacidad que genera internet en general y las redes sociales en particular. Mientras que en el ámbito doméstico somos terriblemente celosos con nuestra intimidad y nos protegemos cerrando la puerta de la casa o poniendo cortinas para que nadie vea lo que hacemos dentro, cuando nos movemos en internet, en muchas ocasiones actuamos como auténticos exhibicionistas y claro, a veces el tiro nos sale por la culata y tenemos que sufrir las consecuencias que se derivan de una indeseada difusión de comentarios, imágenes o vídeos íntimos.
Fijémonos en el reciente ejemplo de la ya famosa concejala socialista del Ayuntamiento de Los Yébenes. Según ella misma ha dicho a la prensa, grabó un video erótico para su uso privado. En un momento determinado, aun cuando según parece está casada, decidió enviárselo por internet a un futbolista amigo suyo. Las nefastas consecuencias de esta imprudente actuación, ya son de todos conocidas: Este video empezó a difundirse y a circular por la red sin control alguno. Se ha formulado la correspondiente denuncia.
Es evidente que esta difusión masiva del famoso video erótico ataca a los derechos fundamentales del honor, la intimidad y la propia imagen, así como al secreto de las comunicaciones de esta concejala. Como consecuencia, lo probable es que el asunto termine en una sentencia condenatoria para el autor o los autores de este delito de vulneración de derechos fundamentales. Con esta sentencia condenatoria se pondrá fin a la cuestión, al menos desde la óptica legal.
Pero ¿cual es el verdadero problema?. El verdadero problema es que una persona que en la intimidad de su domicilio, puede hacer y grabar lo que le venga en gana, probablemente tendrá puertas y ventanas cerradas, y seguramente se opondría a dar ese video a un amigo que la visitara en su casa. Pero en cambio, cuando se está moviendo por la red, no sé por qué razón antropológica, esa persona pierde el sentido de la privacidad y a un golpe de click envía el video a ese amigo, sin pararse a valorar las consecuencias de esta imprudente actitud, consecuencias que como se ha visto están afectando a su vida política y probablemente afectarán también a su vida conyugal y familiar.
En definitiva, el interrogante es: ¿por qué en internet no actuamos con el mismo sentido de la intimidad que mostramos en nuestras casas o incluso en la calle?. Me resulta difícil de entender por qué aun hay personas que actúan en la red de modo tan imprudente. Probablemente este lamentable asunto de la concejala nos sirva para reflexionar.
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