Con
crisis o sin ella, en Asturias necesitamos más inmigrantes.
No hace aún muchos
días, en una charla que tuve en la
Tertulia L`Alderique sobre inmigración irregular, toqué en concreto uno de los mitos más
extendidos sobre los inmigrantes: “aquí no hay sitio para todos”. Esta es una
afirmación que ya he oído en muchas ocasiones y que resulta bastante peligrosa
o cuanto menos, requiere bastantes matizaciones.
Hoy, leyendo la prensa
diaria, me encuentro con noticias relativas a los problemas demográficos que
tiene Asturias, con su creciente envejecimiento de la población y con la
importante salida de jóvenes que se marchan a otros países en búsqueda de
oportunidades. El 80% de estos jóvenes, son inmigrantes que llegaron a Asturias
hace varios años cuando el sector de la construcción, de la agricultura y de los servicios, generaban muchos empleos.
Esta realidad demográfica
asturiana y los riesgos que los expertos vaticinan, no hace más que
desmitificar esa falsa idea a la que aludía antes, de que aquí no cabemos todos. Sí es cierto
que en la época de bonanza económica y hasta hace tan sólo dos años, la
población extranjera en Asturias, se había multiplicado por 10. Pero también es
cierto que ahora, tras la crisis, la gran masa de esos inmigrantes, en su mayor
parte sudamericanos, están retornando a
sus países, donde ya tienen más posibilidades de empleo, e incluso a otros
países europeos.
Por supuesto que estoy
totalmente de acuerdo en que esos jóvenes y académicamente bien formados
asturianos, que se ven obligados a buscar oportunidades en otros países,
tendrían que tener empleo aquí. Pero lo que si es cierto que con esa sangría de
inmigrantes que se están yendo (el 80%) nuestro déficit demográfico es enorme y
eso, sin duda, va a lastrar nuestra economía regional y va a poner en peligro
la viabilidad del sistema público de pensiones que en los últimos años, guste o
no guste a muchos, estaba siendo sostenida por las cotizaciones de los
inmigrantes que teníamos aquí y que de paso ha de decirse también, en su gran
mayoría ya habían adquirido la nacionalidad española.
Por el conocimiento y la
información que he ido adquiriendo como Coordinador de la Fundación Cauce, en
la que estoy palpando de primera mano, esa marcha masiva de inmigrantes sobre
todo latinoamericanos, no tengo por más que unirme a las teorías de los
expertos en demografía y en economía, que dan un paso adelante y dicen que
contrariamente a pensar que aquí no cabe más gente, sostienen que, dado el
serio envejecimiento de nuestra población, necesitamos con bastante urgencia
que en los próximos años vuelvan los inmigrantes para conseguir que nuestra
economía regional funcione adecuadamente. La propia Comisión Europea nos ha
dicho que hasta 2030, España necesita siete millones de población adicional y
por tanto Asturias que está en los puestos más altos del ranking de
envejecimiento, necesita que bastantes de esos siete millones, vengan aquí.
Guste o no guste a muchos
ciudadanos, que entienden que los extranjeros vienen a quitarnos el trabajo, yo
sostengo que necesitamos a esos extranjeros, que vienen con unos perfiles
profesionales adecuados para cubrir esos puestos de trabajo que, aun con todo
el alto nivel de desempleo que tenemos, no pueden ser cubiertos por españoles
que los están rechazando claramente (servicio doméstico, agricultura,
ganadería, hostelería, etc.). El
ciudadano tiene que saber que cuando un extranjero llega a España, legalmente
sólo puede ser empleado en aquellas actividades que el Instituto Nacional de
Empelo trimestralmente cataloga entre las “profesiones de difícil ocupación”.
Es decir, los puestos de trabajo que no se cubren porque no hay trabajadores
españoles dispuestos a aceptarlos.
Destruido por los demógrafos
expertos, como yo pienso, ese mito de que aquí no cabemos todos, lo que hay que
propiciar entonces es que la inmigración vuelva a Asturias y para ello, no se
trata de abrir fronteras para que nos llegue todo tipo de inmigración irregular.
De lo que se trata es que nuestros
gobernantes establezcan unas claras políticas inmigratorias para propiciar la
llegada a nuestra economía, de inmigrantes “regulares” dispuestos a ocupar esos
puestos de trabajo que existen en el “catálogo de profesiones de difícil
ocupación”.
Una cosa es el problema de los subsaharianos que llegan en pateras,
que ha de calificarse como un grave
problema humanitario, o el de esa entrada de inmigración irregular, que puede
generar marginación e incluso delincuencia y otra cosa muy distinta es
propiciar esa inmigración legal o regular que sin duda alguna necesitamos
porque contribuirá a que nuestra economía funcione. Voto por tanto porque
nuestros gobernantes establezcan unas claras políticas de inmigración regular,
para anticiparnos al grave problema demográfico que se nos avecina.
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