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En el ánimo de dejar las cosas en sus
correctos términos, voy a tratar de situar la cuestión, primero en el aspecto
histórico y después en la óptica jurídica:
La Mezquita-Catedral de Córdoba, sin duda, es
el monumento más importante de todo el Occidente islámico. Históricamente, el
lugar que hoy ocupa la Mezquita-Catedral, hubo construcciones religiosas
dedicadas al culto de diferentes divinidades. Bajo la dominación visigoda se
construyó la basílica de San Vicente. Llega la invasión musulmana y se
construye sobre su solar una primitiva mezquita, mezquita que fue evolucionando
hasta representar completamente el estilo omeya de España. Tras la reconquista, Fernando III el Santo
dona la mezquita al Obispado de Córdoba. Empieza una nueva transformación de
Mezquita a Catedral. Desde entonces (han transcurrido 700 años) este monumento
ha ido evolucionando gestionado por la Iglesia Católica. El resultado de todo este proceso evolutivo
es que en este monumento, considerado por la Unesco patrimonio de la humanidad,
hay elementos constructivos visigodos, sustituidos después por la gran obra
arquitectónica omeya, y completados más tarde con elementos cristianos.
Actualmente, este edificio que ha sido
declarado bien de interés cultural en la categoría de monumento, que es uno de
los espacios turísticos más visitados de España y que se le considera uno de
los doce tesoros españoles, alberga el Cabildo Catedralicio de la Diócesis de
Córdoba.
Veamos ahora los
aspectos jurídicos de la titularidad de esta grandiosa obra arquitectónica: La legislación decimonónica tenía establecido que
los bienes de la Iglesia no podían inmatricularse a su nombre, pero nadie,
ninguna institución, se cuestionaba si los bienes de la iglesia eran de dominio
público o no. Todo el mundo entendía que, aunque no estuviesen inscritos en
ningún registro, la titularidad era suya.
En 1998 se modifica la legislación de modo que, conforme al artículo 206 de la Ley Hipotecaria
y el artículo 304 del reglamento de esta Ley, los obispos de la Iglesia
Católica quedaban autorizados a emitir certificaciones de dominio sobre los
bienes que la Iglesia considere suyos; y también por un Decreto del Gobierno,
con la supresión del artículo 5 del Reglamento, esa facultad se amplió a
edificios de culto, templos, ermitas y otros bienes que forman parte del
patrimonio religioso.
Este artículo 206 de la Ley y 304
del Reglamento, habilitan un medio privilegiado de inmatriculación, por el que
una autoridad eclesiástica –a la que se equipara como fedatario público- puede expedir la certificación de dominio
acreditando que el bien que se pretende registrar es propiedad de la Iglesia,
todo ello mediante un procedimiento extraordinario que no requiere información
pública, ni notaría, ni publicación de edictos y con un coste de tramitación que
oscila entre los 25 y los 30 euros. Desde entonces se permite que los bienes que ya
eran de la Iglesia, puedan ser inscritos a su nombre en el Registro de la
Propiedad. Se pretendía entonces que la realidad jurídica de la propiedad,
coincidiese con la realidad registral. Esta reforma legislativa daba un plazo
de diez años para que cualquier institución pudiera reclamar la titularidad.
Pasado ese plazo sin controversia, la propiedad quedaba adjudicada de modo
definitivo a la Iglesia.
Tras estos
razonamientos, me parece por tanto, que las pretensiones de la Presidenta
andaluza de atribuir al dominio público algo que durante más de 700 años
siempre perteneció a la Iglesia, carecen
del más absoluto rigor, tanto histórico como jurídico. No alcanzo a entender
por qué quiere sacar ahora este debate sobre la Mezquita-Catedral. De otra parte, si lo saca, este debate
también tendría que extenderlo a todas las Catedrales, Mezquitas, Iglesias,
Capillas, Tempos o Ermitas que tenemos en todo el territorio español. Una cosa es que esa bella mezquita sea
Patrimonio de la Humanidad, y otra cosa muy distinta es que la Junta de
Andalucía pretenda que eso sea patrimonio suyo.
Sacando este ridículo
debate ahora, apoyándolo además en que la Iglesia no paga IBI u otros tributos,
está olvidando que la Iglesia Católica no paga esos impuestos, en virtud de los
acuerdos firmados por todos los gobiernos democráticos con el Estado del
Vaticano y que entre estos gobiernos fue ratificado concretamente por el
Gobierno del Sr. Zapatero. Y lo que me más
me preocupa de esta discusión es que, con todos los problemas yihadistas que
tenemos, quizá estemos provocando y abriendo una brecha para que ese mundo
yihaidista reivindique como suyo ese Al Andalus soñado. Mejor es que dejemos
esto quieto.
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